Una joven pareja entró en el mejor negocio de
juguetes de la ciudad. El marido y la esposa miraron con mucha atención los
juguetes que estaban expuestos en los escaparates o colgados al techo o en
desorden sobre los bancos o por tierra. Había muchas muñecas que lloraban y
reían al moverlas, juguetes eléctricos, cocinillas que hasta se calentaban para
cocinar tortas y pizzas. No se decidían sin embargo a elegir. Se le acercó una
simpática dependiente de mostrador. "Mire" le explicó la esposa, "nosotros
tenemos una niña muy pequeña, pero estamos fuera de casa todo el día y a menudo
también de noche". "Es una niña que sonríe poco, añadió el
marido". "Querríamos comprarle algo que la haga feliz" prosiguió
la esposa, "feliz también cuando nosotros no estamos con ella... Algo que
le dé alegría cuando está sola. "
"Lo lamento" contestó amablemente la
empleada, "pero nosotros no vendemos padres".
Muchos padres, ansiosos
de dar lo mejor a sus hijos, les hacen faltar lo que más vale: su presencia, su
compañía y su interés por lo que a los hijos les interesa.
Nunca aquella niña podrá
sonreír por cuantos juguetes les van a regalar sus padres siempre ausentes y
ocupados en otros asuntos que no son ella misma.
Pbro. Pedro Chinaglia Salesiano (SDB)
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En breve publicaré
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